
Roberto IANNUZZI
Escríbenos: infostrategic-culture.su
La actual operación anticorrupción parece tener como objetivo reducir a Zelensky a la obediencia, induciéndole a bajar la edad de reclutamiento por debajo de los 25 años. Objetivo: prolongar la guerra.
La Operación Mida, puesta en marcha por las agencias anticorrupción NABU y SAPO, ha causado un gran revuelo en Ucrania.
Ha sacado a la luz un sistema de sobornos y blanqueo de dinero por valor de 100 millones de dólares en el que está implicada la empresa estatal Energoatom, con la participación de importantes ministros y Timur Myndich, viejo amigo y antiguo socio comercial del presidente Volodymyr Zelensky.
Y puede que esto solo sea el principio. Según las declaraciones del director de la NABU, Semen Krivonos, en las próximas semanas podrían salir a la luz nuevas revelaciones explosivas relacionadas con los contratos de defensa.
Pero la verdadera cuestión que plantea el último escándalo no es la corrupción rampante (un problema bien conocido tanto en el país como en las cancillerías occidentales), sino más bien si Ucrania se está acercando a un punto de no retorno después de haber librado durante más de tres años una guerra que está por encima de sus posibilidades.
La Operación Mida, que está haciendo temblar a las altas esferas del poder ucraniano, se suma a las crecientes dificultades militares en el frente y a una crisis financiera agravada por la manifiesta incapacidad europea para apoyar económicamente a Ucrania tras el retroceso de Estados Unidos.
A pesar de las draconianas políticas de reclutamiento, Kiev ya no es capaz de movilizar un número suficiente de soldados para enviarlos al frente.
El ejército, falto de hombres y medios, ya no puede controlar una primera línea que se extiende a lo largo de cientos de kilómetros.
La estratégica ciudad de Pokrovsk parece estar a punto de caer. Más al norte, Kupyansk podría haber ya caído.
Los ucranianos ya no quieren luchar. Según una encuesta de Gallup realizada en agosto, el 69 % de la población quiere una solución negociada del conflicto lo antes posible. Solo el 24 % quiere seguir luchando "hasta la victoria" (en 2022 eran el 73 %).
Solo en octubre se contabilizaron 20 000 deserciones, la cifra más alta de este año. Después de que Zelensky suavizara las restricciones para salir del país, en dos meses casi 100 000 jóvenes abandonaron el país.
El presidente ucraniano se encuentra ante un dilema difícil de resolver. Su mandato expiró en mayo de 2024.
Elegido por amplia mayoría en 2019 para negociar con los rusos (y por ello inicialmente mal visto en Washington), optó en cambio por alinearse con el sector nacionalista y rusófobo ucraniano. Aceptar ahora una paz desfavorable, que ha costado cientos de miles de muertos, sería un suicidio para él.
Pero la guerra está empeorando para Kiev. Para Zelensky, sin embargo, arriesgarlo todo bajando la edad de reclutamiento por debajo de los 25 años sería una medida destinada a alienarle las simpatías residuales de la población. Y él es reacio a hacerlo.
Sin embargo, bajar la edad mínima de reclutamiento a 23 o 22 años es una medida que le exigen con insistencia la oposición liberal (que tiene poco apoyo en el país, pero cuenta con el respaldo de Occidente) y los europeos.
De hecho, sería la última oportunidad para contrarrestar las abrumadoras fuerzas rusas.
En los últimos días, el canciller alemán Friedrich Merz ha pedido explícitamente a Zelensky que no envíe a Alemania a un gran número de jóvenes ucranianos, sino que se asegure de "que sirvan a su país".
En una entrevista concedida a Bloomberg, el propio Zelensky admitió estar siendo presionado por sus"socios occidentales"para que amplíe el reclutamiento.
Al coro de peticiones se ha sumado el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko (figura tradicionalmente cercana a Berlín), quien ha destacado la necesidad de reducir la edad mínima de reclutamiento y evitar que los jóvenes huyan del país.
Durante la conversación telefónica con Zelensky, el canciller alemán también le instó a remediar los problemas internos de corrupción.
Por lo tanto, es totalmente plausible que la actual campaña anticorrupción sea en realidad un instrumento de presión sobre Zelensky.
Las agencias NABU y SAPO están financiadas por Estados Unidos y Europa, y nacieron bajo los auspicios de la administración Obama. También en el pasado han desempeñado un papel de presión política más que de verdadera lucha contra la corrupción.
En 2019, una investigación similar de la NABU contra el entonces presidente Petro Poroshenko, actualmente en la oposición, dio lugar a revelaciones igualmente impactantes, pero sin ninguna condena.
El pasado mes de julio, Zelensky intentó neutralizar a las dos agencias poniéndolas bajo el control directo del Gobierno, pero se vio obligado a dar marcha atrás por la oposición liberal y las presiones occidentales.
La actual operación anticorrupción parece tener como objetivo no tanto derrocar al presidente (porque la inestabilidad resultante acabaría beneficiando a Rusia) como limitar su poder y hacerlo más complaciente.
El objetivo sería reforzar el ejército ucraniano bajando la edad mínima de reclutamiento, para prolongar la guerra.
Que este sea el objetivo de la operación parece confirmarse por el hecho de que, sin importar la corrupción rampante en Ucrania, la Unión Europea está haciendo todo lo posible por movilizar hasta 140 000 millones de euros para seguir apoyando el esfuerzo bélico de Kiev.
La Operación Mida, por su parte, parece no tener relación con el nuevo plan de paz de 28 puntos propuesto por el presidente estadounidense Donald Trump.
Como se ha mencionado, la NABU y la SAPO fueron promovidas por una administración demócrata (la de Obama). Junto con la galaxia de ONG ucranianas financiadas por la USAID y las Open Society Foundations de la familia Soros, se alinearon contra Trump en el llamado Russiagate.
Por lo tanto, parece improbable que la Operación Mida sea una campaña de presión para empujar a Zelensky a aceptar el nuevo plan de la Casa Blanca.
Traducción: Observatorio de trabajadores en lucha