26/11/2025 strategic-culture.su  6min 🇪🇸 #297317

 Mexique : Une opération digitale payée derrière la marche de la génération Z

¿qué está pasando en México?

Raphael Machado

Las oligarquías nacionales están intentando instrumentalizar la insatisfacción legítima de la juventud mexicana para intentar forzar un cambio de régimen.

Escríbenos: infostrategic-culture.su

Como todos sabemos, México ha vivido a lo largo de la última semana olas de protestas a gran escala contra el gobierno de Claudia Sheinbaum. Las protestas fueron enmarcadas por analistas dentro de la lógica de las protestas de la "Generación Z" - agitaciones populares en las que una gran parte de los manifestantes son jóvenes supuestamente indignados por la falta de perspectivas sociopolíticas y por la monopolización del poder por élites vistas como corruptas.

Protestas categorizadas de esta manera se han visto en Bangladesh, Nepal, Filipinas, Indonesia, Marruecos, Madagascar y en algunos otros lugares, hasta finalmente llegar a México. A pesar de esta dimensión general, sin embargo, cada una de estas protestas es suficientemente única para ser analizada por separado. Hay, por ejemplo, menos en común entre ellas que entre las protestas de la Primavera Árabe en diferentes países.

En este contexto, sin embargo, ha sido común referirse a las manifestaciones mexicanas como una "revolución de colores" - tal como estas otras protestas son leídas. En otro texto ya critiqué la vulgarización del concepto de revolución de colores, señalando los requisitos necesarios para categorizar una manifestación como revolución de colores y apuntando que, entre las olas recientes de protestas, el caso de Bangladesh es ciertamente uno de revolución de colores, mientras que la mayoría de los otros, aparentemente, no.

En contrapartida, por lo tanto, a respetabilísimos analistas geopolíticos y periodistas contrahegemónicos de varios países, me atrevo a seguir esta misma línea de razonamiento para señalar que el caso de las protestas mexicanas no es (aún) uno de revolución de colores.

Así, entonces, voy a indicar por qué considero que no hay (aún) revolución de colores en México, para después decir de qué se trata.

En primer lugar, no hay necesidad de ninguna revolución de colores en México, por ahora. El gobierno de Claudia Sheinbaum no es un gobierno contrahegemónico, ya sea en cuestiones externas o internas. Sheinbaum es una discípula de Davos, muy bien conectada con el complejo industrial sin fines de lucro y con el aparato occidental de fomento de las revoluciones de colores, como la Open Society. A pesar de que, en muchos temas, conduce una política continuista en relación a López Obrador, ella simultáneamente rompió con el propio López Obrador de modo que sería posible, hoy, decir que ella lidera una facción globalista del MORENA. Esta facción globalista ya está suficientemente bien entendida con los EE.UU. e incluso con el gobierno de Trump. Las economías de México y del sur de EE.UU. están totalmente integradas y México no va a entrar ni en los BRICS, ni en la Iniciativa del Cinturón y Ruta. ¿Revolución de colores para qué?

En segundo lugar, no hay evidencia de involucramiento directo de los promotores usuales de revoluciones de colores desde los EE.UU. No hay ninguna movilización de la Open Society, de la Fundación Ford, etc., contra Sheinbaum. Todavía no ha aparecido ninguna vinculación objetiva entre el Departamento de Estado de EE.UU., la USAID o la Embajada de EE.UU. en México y estas manifestaciones. Hasta ahora solo ha sido posible señalar conexiones indirectas entre algunas figuras políticas tradicionales de la oposición mexicana que están apoyando estas manifestaciones y ciertos intereses internacionales. Pero nada específico sobre estas manifestaciones. Las potencias atlantistas, por lo tanto, no poseen el dominio del hecho en lo concerniente a las manifestaciones.

En tercer lugar, están ausentes otros aspectos importantes, como portavoces y liderazgos repentinos tácitamente señalados por los propios medios masivos y por los promotores externos como los legítimos representantes de las manifestaciones. Tampoco encontramos allí el "casus belli" en lo concerniente al interés atlantista, ya que México no está en vísperas de ningún acuerdo o decisión que sería desfavorable a esos intereses.

No existen, por lo tanto, los requisitos mínimos para que podamos considerar estas agitaciones una revolución de colores. Pero eso no impide que puedan ser transformadas en una revolución de colores a través de un proceso de cooptación y captura.

Pero, no siendo una revolución de colores, ¿de qué se trata?

En primer lugar, es notorio el deslizamiento de México hacia un Narco-Estado, un proceso que ya viene de décadas y que contó con la propia participación de la CIA y de la DEA, ya que el ciclo económico del narco fue integrado en los proyectos de operaciones encubiertas (blackops) de los servicios de inteligencia y seguridad de EE.UU., tanto como una herramienta de lavado de dinero y de financiamiento secreto de actividades paramilitares alrededor del mundo, como para fines involucrando a los propios EE.UU. y que se aproximan a la ingeniería social. Sin ser posible un tratamiento exhaustivo del tema aquí, lo que es relevante es señalar que, hoy, las organizaciones narcotraficantes poseen tanto poder que rivalizan con el Estado. Incluso poseen influencia en las fuerzas militares y policiales, en la política local, en las actividades económicas legítimas, y así sucesivamente. En años recientes, sin embargo, comenzaron a aparecer políticos locales, tanto ligados a los partidos tradicionales, como ligados al MORENA e incluso independientes, que intentan asumir la responsabilidad de enfrentar a estas organizaciones narcotraficantes y limpiar el poder público mexicano. El problema es que muchas de estas nuevas lideranzas están siendo asesinadas, como fue el caso del alcalde de Michoacán, Carlos Manzo, ex-político del MORENA. Manzo llegó a pedir ayuda del gobierno federal para que enviara a la Guardia Nacional a Michoacán para ayudar a enfrentar a los grupos criminales locales, pero Sheinbaum se negó. Sheinbaum no solo se negó, sino que declaró públicamente que no tenía la menor intención de enfrentar a las organizaciones narcotraficantes. Evidentemente, el pueblo mexicano está cansándose tanto de esta sumisión de las instituciones al narco como de la lenidad federal en relación a esto.

En segundo lugar, estas manifestaciones no ocurren en un vacío y tienen sus precedentes. Vienen a raíz de 3 años de manifestaciones secretamente orquestadas por las viejas oligarquías mexicanas atrincheradas en el PRI (Partido Revolucionario Institucional) y en el PAN (Partido Acción Nacional), los cuales habían monopolizado la vida pública mexicana por décadas hasta que fueron desplazados por el MORENA de López Obrador. Estas oligarquías articularon las protestas contra alteraciones en el Instituto Nacional Electoral y vienen intentando movilizar a la población a lo largo de todo este período. Estas fuerzas que involucran figuras como el ex-presidente Vicente Fox y el megaempresario Ricardo Salinas han recurrido a todas las herramientas para lanzar a México al caos social, fomentando iniciativas periodísticas falsas como Latinus y financiando bots propagandísticos para inflar la insatisfacción con Sheinbaum que, de hecho, sigue siendo una presidenta popular.

Sumando ambas cosas, por lo tanto, tenemos el hecho de que las oligarquías nacionales están intentando instrumentalizar la insatisfacción legítima de la juventud mexicana para intentar forzar un cambio de régimen con el objetivo de ponerse en posición de llenar cualquier vacío de poder que pueda ser generado. Naturalmente, por ahora parece improbable que estas oligarquías alcancen sus objetivos, pero el proceso puede acabar convirtiéndose en una revolución de colores si adquiere apoyo internacional.

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